malascostumbres

Contar sobre mis malas costumbres: cine, literatura, arte, gastronomía, viajes, diferencias culturales, el idioma español en otros países.

viernes, abril 22, 2005

Sudar es un placer (II)

El spinning

Juro por todos los santos milagrosos de todos los altares del mundo que la razón de mi acción tuvo una muy buena intención. Digamos que quise probar « en carne propia » lo que muchas personas me habían contado –hoy no sé si por maldad o con una carga de ironía que, tal vez, no detecté-, lo cierto fue que me apunté en la clase de las 8 pm de spinning “para todos los niveles” . Aquí cabría escribir una expresión de poco nivel, pero mejor cuento cómo fue mi agridulce experiencia.

Para aquellos que no sepan de qué hablo, el spinning consiste en llegar a los límites de las fuerzas durante una hora encima de una bicicleta fija – parecida a una de carreras- de alta tecnología; y fue precisamente ese “instrumento” lo primero que me llamó la atención porque estuve más de cinco minutos tratando de adivinar su funcionamiento hasta que un alma caritativa – creo que pasmada por mi cara de desespero – me ayudó a descifrar sus misterios. Una vez encima de la bici, empezó el calentamiento y fue cuando pude ver no hay un tipo definido de la gente que asiste a tal curso, sin embargo, una muestra representativa presenta un factor en común: son unos ciclistas frustrados. Me los imaginé entonces calándose todo el Tour de Francia por la tele y venerando – o maldiciendo- a Lance Armstrong, la máquina. Claro que también estaban otras personas, algunas quizá soñando con perder todos los kilos demás en 60 minutos, sin olvidar a los esnobistas y a pocos curiosos. Finalmente comenzó la cosa y después de una larga aclaratoria del funcionamiento de la super-bici y de cómo controlar las pulsaciones, comenzamos a pedalear al ritmo de una música a tope.

Lo que aquella noche hizo que mi hostilidad hacia el spinning naciera, floreciera y que hasta hoy se mantenga tan viva, fue ese individuo que se calificó como “el entrenador”. Enfundado en los consabidos pantalones de lycras con el trasero acolchado, armado con un micrófono que surca la mejilla derecha de esos de los que usan los cantantes cuando cantan en playback, parecía transportado a los escenarios del Giro de Italia mientras que a sus espaldas se proyectaban fotos de paisajes acordes con la resistencia de la bici: si salían montañas significaba que teníamos que aumentar la resistencia, lo cual hacía que nos levantáramos del sillín y empezáramos a sentir todos y cada uno de los músculo de las piernas. “Siente y respira el aire fresco que seca tu sudor”, decía el entrenador con los ojos entrecerrados.

Además del funcionamiento de la bici y de aprender a imaginarme que la brisa marina también la puedo sentir en una habitación donde lo predominante son los diferentes “aromas” corporales, el entrenador dio pruebas de que para ser un profesor de spinning hay que tener mucho de discjockey, ya que el segundo instrumento necesario es una cónsola de sonido. Entre hits y hits de los 80 hasta los recién pasados 90 me pude enterar de que cada melodía tenía un significado en su vida : « 1994. Esta canción me recuerda mis años de formación profesional… », « 1987. Con esta canción descubrí lo que quería hacer en mi vida …”

Como en trance el entrenador, cuya contextura física no tenía nada que ver con la de un ciclista profesional, sacó a relucir parte de su filisofía de vida: “Sube la montaña! Llega a la cima, allí donde están todas tus metas! Tú puedes! No te rindas!” Tuve la sensación de que me encontraba en un seminario de motivación con la única diferencia de que tenía que pensar en que mis pulsaciones no pasaran el límite de las 178 por minuto, de que el agua se me estaba acabando, de reducir o aumentar la resitencia de la bici, de ver a mi alrededor que todos –menos yo- estaban fascinados con la experiencia, y una y otra vez me preguntaba : qué hago yo en un sitio como este con gente como esta y siguiendo las indicaciones de una persona como esa? Estas preguntas existencialistas tuvieron como fondo musical la « We are the Champions » de Queen – vaya ironía!- , fue entonces cuando la hora terminó y juré que tal cosa no se la haría más nunca a mis pobres nervios.

viernes, abril 15, 2005

Sudar es un placer (I)

Las Girlys
Aún recuerdo con cierto desasosiego cuando con un dolor en la espalda que me impedía hasta respirar, el médico me preguntó si tendría los recursos necesarios para inscribirme en un gimnasio. “Tiene que entrenar la espalda”, me dijo y desde ese mometo mi vida ya no fue la misma. A partir de ese día viviría pensando en el desarrollo de unos músculos que solamente veo cuando me meto en los probadores de las tiendas y que siento son el tacto. Y menos mal que no se le ocurrió al galeno decir algo así como : “es más, a su edad…”, de ese pensamiento se encargó, sin embargo, mi despreciable “otro yo” que siempre está allí para recordarme que ya los veinte pasaron a mejor vida.
Desde hace dos años pertenezco a ese grupo que el mercadeo denomina « joven profesional, soltero tal vez con pareja, sin hijos, con cierto poder adquisitivo…” , y es que en esto último se incluye desde mi decisión de comprar tal yogur hasta el hecho de pagar una cuota anual para el gimnasio, a esa categoría se le podría agregar otras cosas como: “regularmente va de bares y restaurantes, viaja con cierta frecuencia y últimamente muestra atención hacia productos que prometen librar de la celulitis, arrugas e impedir la caída del cabello”.
Consciente o no de todo esto, empecé a observar la fauna y flora asistente y existente desde el cómodo sillín de una de las 20 bicicletas fijas apostadas en mi centro voluntario de torturas. Como muchos se podrán imaginar, la gente varía dependiendo de la hora del día: por la mañana van las amas de casa sin niños o con hijos grandes, jubilados, desempleados y secretarias de medio tiempo. Por la tarde, van básicamente amas de casa con hijos y gente en rehabilitación, pero a eso de las 5:30 pm es cuando el paisaje se va poniendo más interesante: es la hora de las “girlys”, los sacamúsculos con patas de pollo, las tipas “míramequeestoybuena”, los viejos verdes, las chicas de mirada desesperada, gays cuya perfección da cochina envidia y la de los fanáticos incondicionales del fitness way of life.
A veces siento unas ganas incontrolables de preguntarle a la gente por qué está allí, emulando tal vez a esas películas donde meten preso al protagonista y en la celda se le acerca un negrote o un latinote para hacerle una pregunta similar. Me he contenido, lo confieso, y por eso solamente me he limitado a obsevar y a escuchar. Quizá de todas las especies que he mencionado las girlys son las que más me llaman la atención. Entre 17 y 24 años son chicas que parecen un catálogo de moda viviente, y no me refiero solamente a las marcas sino al estilo y color de la temporada : he visto hemorragias de verde con amarillo, rosado y rojo con negro. Las girlys tiene las uñas perfectas y algunas llevan diseños increíbles en escasísimos centímetros ; casi todas son rubias y de esa coleta que recuerda a la Barbie, no se mueve ni un pelito ni siquiera en la hora más inclemente de step aerobic. Ni hablar del maquillaje ! tras una naturalidad engañosa se esconden los elementos de cualquier complejo make up sin olvidar los largos minutos empleados en lograr tal perfección. Las girlys miran sin mirar, sonríen sin sonreir, caminan como si levitaran, para ellas no existen ni la prisa ni la consideración : muchas de las largas convesaciones entre sus iguales se dan en aparatos vecinos y eso en las horas pico…
Y cuando se escucha una musiquita con el hit del momento, desenfunda una girl su diminuto teléfono e inicia una charla tan nimia como la que ha tenido con su homóloga. Las girlys normalmente tienen una buena figura y es cuando te preguntas qué cuernos hacen en un gimnasio, pero cuando le sigues la trayectoria – desde que llegan hasta que se van- te das cuenta que lo que han hecho es como una visita de médico, un reconocimiento del terreno para luego meterse en un BMW descapotable.
Viendo esto echo una vista a mi años mozos y me pregunto “es que me perdí de algo?”