malascostumbres

Contar sobre mis malas costumbres: cine, literatura, arte, gastronomía, viajes, diferencias culturales, el idioma español en otros países.

domingo, junio 19, 2005

Dejándome sorprender (I)

Bailando salsa

Desde que llegué a estas lejanas tierras, donde casi todas las plazas de cualquier pueblo son más antiguas que la historia cristiana de mi país de origen, no ha pasado ni un día en que « algo » me sorprenda. Dejando a un lado TODO lo que de una u otra manera me podría incomodar - y de eso tengo una lista de dimensiones comparables a la Panamericana en la que pagar altos impuestos figura en primerísimo lugar-, hay cosas que de verdad-verdad son para decir: DIOS MÍO! con la típica expresión incluida.

Se me ocurrió escribir un reportaje sobre la salsa en Europa. Llover sobre mojado, lo sé, pero como decía mi profe de cine: “aunque no hay nada nuevo bajo el sol, la cosa está en cómo eches tú el cuento que otros ya narraron”. Por eso me he propuesto hacer un trabajo que tenga mucho que ver con mis vivencias personales, pequeñas entrevistas con bailarines profesionales, etc. Con esta motivación -y valga la nota irónica- asistí a un congreso internacional de salsa donde encontré profesores del viejo continente con mucho fogueo internacional. Metí las narices en todos los workshops que se distribuyeron en tres salas: desde free style hasta flamenco-salsa, pasando por son, casino y foot work. Como de mirona se ven las cosas diferentes, me arrinconé para disfrutar del espectáculo de parejas discutiendo de si la vuelta es para la derecha y no para la izquierda, de personas con muchas ganas pero con la desgracia de carecer del sentido del ritmo, de gente que no daba pie con bola como de otros que bailaban hasta mejor que el profesor. En fin! Después de un largo día la noche se coronaría con una fiesta-show en la que se podría bailar y disfrutar de la profesionalidad de de los « teachers ».

La pista llena, la múscia a tope, y cada quien empeñado en hacer un solo y a veces un pas de deux con millones de piruetas, saltos, unodostres-unodostres, gestos plásticos que me hicieron recordar a la peor parodia de Rodolfo Valentino (ellos) y María Félix (ellas). ¿Pero quién le ha dicho a esta gente que para bailar salsa hay que montar esas caras o tener una sonrisa como la de los horrorosos muñecos Repollitos o de Barbies? Unodostres-unodostres… Y ni hablar de los atuendos, eso de verdad que se merece un estudio sociológico de fondo. Hice pues un gran esfuerzo para no poner cara de “bocaabierta-diosmiosqueesesto”. Finalmete fue anunciado el show y desde la primera fila me dejé sorprender en toda la gama posible: frances, holandeses, alemanes, caribeños… muchos buenísimos, otros buenos para no verlos nunca jamás.

Saliendo de la sala asaltó mi recuerdo « El Maní es así », un local en Caracas que empezó a florecer cuando la salsa inició su proceso de democratización; recordé sus diminutas dimensiones, el grupo que siempre tocaba en vivo, la risa de la gente, la alegría. Sensaciones y sentimientos que con los timbales tomaban colores más vivos; y el cuerpo que vibraba por dentro y explotaba con el solo de piano, o con el descarado tucutú de la tumbadora.

Las luces del taxi me trajeron de vuelta a la realidad de esa noche pre-veraniega. Entonces me pregunté cuántos de los pirueteros en facha de Jennifer López (en “Bailamos?”) y de Antonio Banderas (en “Mambo Kings”) habían sentido lo mismo que yo cuando la clave comienza a sonar al ritmo del corazón.