malascostumbres

Contar sobre mis malas costumbres: cine, literatura, arte, gastronomía, viajes, diferencias culturales, el idioma español en otros países.

viernes, marzo 09, 2007

MUJERES VENEZOLANAS


Esta es la primera parte de un reportaje de mi autoría sobre las mujeres en Venezuela, el cual fue publicado por la revista ECOS DE ESPAÑA Y LATINOAMÉRICA (Alemania, Suiza y Austria) en febrero de este año.

sábado, julio 08, 2006

Lo que hace un balón...

Cerca de mi casa se quedaron los suecos. De las cinco veces que pasé por el hotel – claro que muy espontáneamente y sin ninguna malsana intención...- sólo una alcancé a ver a dos de los futbolistas plácidamente sentados en el comedor de grandes ventanales. ¿Quiénes eran? Pues uno rubio y el otro ... menos rubio... De muy buen lejos, eso sí.

Para este Mundial de Fútbol, me hice el firme propósito de no ver ningún partido, pero sí de escuchar los comentarios tanto de verdaderos expertos, como de otros que hasta antes de ayer creían que no son 11 los jugadores por cada equipo, sino 15, y que penalti es una de esas palabrotas disfrazadas que usan los comentaristas deportivos.

A pocas horas de que esta fiebre colectiva se termine para darle paso a las otras ligas que religiosamente se juegan cada año – o sea, que de descanso NADA-, debo decir que cumplí con mi “propósito” y que me divertí más de lo que me imaginé. Viví las mejores horas para ir de tiendas un sábado por la tarde (jugaba Alemania contra Argentina); fui con dos amigas a uno de mis restaurantes preferidos – siempre lleno, no importa ni el día ni la hora –y como únicas comensales (jugaba Alemania contra Italia), con la advertencia de la camarera: “Tal vez la comida se tarde... es que el cocinero está viendo el partido”. A esa hora el chef no se imaginaba que el equipo de Jürgen Klinsmann no iría para el baile final en Berlín.

Durante estos días, pude corroborar que los alemanes son de verdad un pueblo bastante extraño. Por razones históricas se sabe que a los alemanes les cuesta mucho mostrar un cierto patriotismo u orgullo nacional. Pero justo después del primer triunfo de Ballack y co. la bandera alemana se adueñó de cada balcón, carro, casa, ventana... Los furiosos y emocionados “Deustchland! Deuschtland!” (¡Alemania!, ¡Alemania!), junto a “Berlín, Berlín wir gehen nach Berlin!“ (¡Berlín, Berlín, nos vamos a Berlín!), sonaban más bien como gritos de liberación, como si se estuvieran deshaciendo de sentimientos reprimidos. Eso me dio mucho gusto, pero aún más placer sentí cuando la comunidad turca (más bien descendientes de turcos que han nacido y crecido en Alemania, y cuyos códigos de identidad hacen que tomen distancia de la cultura alemana, muy a pesar de que en Turquía tampoco son vistos como “turcos de verdad”), como todos y cada uno de ellos, menearon el tricolor alemán, y formando una unidad, y por primera vez en mis once años de “observar” a esta sociedad, me di cuenta que un balón, unos cuantos goles y unos sudorosos muchachos millonarios, pueden hacer más milagros que cualquier ley de inmigración y cualquier programa de integración.

domingo, junio 19, 2005

Dejándome sorprender (I)

Bailando salsa

Desde que llegué a estas lejanas tierras, donde casi todas las plazas de cualquier pueblo son más antiguas que la historia cristiana de mi país de origen, no ha pasado ni un día en que « algo » me sorprenda. Dejando a un lado TODO lo que de una u otra manera me podría incomodar - y de eso tengo una lista de dimensiones comparables a la Panamericana en la que pagar altos impuestos figura en primerísimo lugar-, hay cosas que de verdad-verdad son para decir: DIOS MÍO! con la típica expresión incluida.

Se me ocurrió escribir un reportaje sobre la salsa en Europa. Llover sobre mojado, lo sé, pero como decía mi profe de cine: “aunque no hay nada nuevo bajo el sol, la cosa está en cómo eches tú el cuento que otros ya narraron”. Por eso me he propuesto hacer un trabajo que tenga mucho que ver con mis vivencias personales, pequeñas entrevistas con bailarines profesionales, etc. Con esta motivación -y valga la nota irónica- asistí a un congreso internacional de salsa donde encontré profesores del viejo continente con mucho fogueo internacional. Metí las narices en todos los workshops que se distribuyeron en tres salas: desde free style hasta flamenco-salsa, pasando por son, casino y foot work. Como de mirona se ven las cosas diferentes, me arrinconé para disfrutar del espectáculo de parejas discutiendo de si la vuelta es para la derecha y no para la izquierda, de personas con muchas ganas pero con la desgracia de carecer del sentido del ritmo, de gente que no daba pie con bola como de otros que bailaban hasta mejor que el profesor. En fin! Después de un largo día la noche se coronaría con una fiesta-show en la que se podría bailar y disfrutar de la profesionalidad de de los « teachers ».

La pista llena, la múscia a tope, y cada quien empeñado en hacer un solo y a veces un pas de deux con millones de piruetas, saltos, unodostres-unodostres, gestos plásticos que me hicieron recordar a la peor parodia de Rodolfo Valentino (ellos) y María Félix (ellas). ¿Pero quién le ha dicho a esta gente que para bailar salsa hay que montar esas caras o tener una sonrisa como la de los horrorosos muñecos Repollitos o de Barbies? Unodostres-unodostres… Y ni hablar de los atuendos, eso de verdad que se merece un estudio sociológico de fondo. Hice pues un gran esfuerzo para no poner cara de “bocaabierta-diosmiosqueesesto”. Finalmete fue anunciado el show y desde la primera fila me dejé sorprender en toda la gama posible: frances, holandeses, alemanes, caribeños… muchos buenísimos, otros buenos para no verlos nunca jamás.

Saliendo de la sala asaltó mi recuerdo « El Maní es así », un local en Caracas que empezó a florecer cuando la salsa inició su proceso de democratización; recordé sus diminutas dimensiones, el grupo que siempre tocaba en vivo, la risa de la gente, la alegría. Sensaciones y sentimientos que con los timbales tomaban colores más vivos; y el cuerpo que vibraba por dentro y explotaba con el solo de piano, o con el descarado tucutú de la tumbadora.

Las luces del taxi me trajeron de vuelta a la realidad de esa noche pre-veraniega. Entonces me pregunté cuántos de los pirueteros en facha de Jennifer López (en “Bailamos?”) y de Antonio Banderas (en “Mambo Kings”) habían sentido lo mismo que yo cuando la clave comienza a sonar al ritmo del corazón.

viernes, abril 22, 2005

Sudar es un placer (II)

El spinning

Juro por todos los santos milagrosos de todos los altares del mundo que la razón de mi acción tuvo una muy buena intención. Digamos que quise probar « en carne propia » lo que muchas personas me habían contado –hoy no sé si por maldad o con una carga de ironía que, tal vez, no detecté-, lo cierto fue que me apunté en la clase de las 8 pm de spinning “para todos los niveles” . Aquí cabría escribir una expresión de poco nivel, pero mejor cuento cómo fue mi agridulce experiencia.

Para aquellos que no sepan de qué hablo, el spinning consiste en llegar a los límites de las fuerzas durante una hora encima de una bicicleta fija – parecida a una de carreras- de alta tecnología; y fue precisamente ese “instrumento” lo primero que me llamó la atención porque estuve más de cinco minutos tratando de adivinar su funcionamiento hasta que un alma caritativa – creo que pasmada por mi cara de desespero – me ayudó a descifrar sus misterios. Una vez encima de la bici, empezó el calentamiento y fue cuando pude ver no hay un tipo definido de la gente que asiste a tal curso, sin embargo, una muestra representativa presenta un factor en común: son unos ciclistas frustrados. Me los imaginé entonces calándose todo el Tour de Francia por la tele y venerando – o maldiciendo- a Lance Armstrong, la máquina. Claro que también estaban otras personas, algunas quizá soñando con perder todos los kilos demás en 60 minutos, sin olvidar a los esnobistas y a pocos curiosos. Finalmente comenzó la cosa y después de una larga aclaratoria del funcionamiento de la super-bici y de cómo controlar las pulsaciones, comenzamos a pedalear al ritmo de una música a tope.

Lo que aquella noche hizo que mi hostilidad hacia el spinning naciera, floreciera y que hasta hoy se mantenga tan viva, fue ese individuo que se calificó como “el entrenador”. Enfundado en los consabidos pantalones de lycras con el trasero acolchado, armado con un micrófono que surca la mejilla derecha de esos de los que usan los cantantes cuando cantan en playback, parecía transportado a los escenarios del Giro de Italia mientras que a sus espaldas se proyectaban fotos de paisajes acordes con la resistencia de la bici: si salían montañas significaba que teníamos que aumentar la resistencia, lo cual hacía que nos levantáramos del sillín y empezáramos a sentir todos y cada uno de los músculo de las piernas. “Siente y respira el aire fresco que seca tu sudor”, decía el entrenador con los ojos entrecerrados.

Además del funcionamiento de la bici y de aprender a imaginarme que la brisa marina también la puedo sentir en una habitación donde lo predominante son los diferentes “aromas” corporales, el entrenador dio pruebas de que para ser un profesor de spinning hay que tener mucho de discjockey, ya que el segundo instrumento necesario es una cónsola de sonido. Entre hits y hits de los 80 hasta los recién pasados 90 me pude enterar de que cada melodía tenía un significado en su vida : « 1994. Esta canción me recuerda mis años de formación profesional… », « 1987. Con esta canción descubrí lo que quería hacer en mi vida …”

Como en trance el entrenador, cuya contextura física no tenía nada que ver con la de un ciclista profesional, sacó a relucir parte de su filisofía de vida: “Sube la montaña! Llega a la cima, allí donde están todas tus metas! Tú puedes! No te rindas!” Tuve la sensación de que me encontraba en un seminario de motivación con la única diferencia de que tenía que pensar en que mis pulsaciones no pasaran el límite de las 178 por minuto, de que el agua se me estaba acabando, de reducir o aumentar la resitencia de la bici, de ver a mi alrededor que todos –menos yo- estaban fascinados con la experiencia, y una y otra vez me preguntaba : qué hago yo en un sitio como este con gente como esta y siguiendo las indicaciones de una persona como esa? Estas preguntas existencialistas tuvieron como fondo musical la « We are the Champions » de Queen – vaya ironía!- , fue entonces cuando la hora terminó y juré que tal cosa no se la haría más nunca a mis pobres nervios.

viernes, abril 15, 2005

Sudar es un placer (I)

Las Girlys
Aún recuerdo con cierto desasosiego cuando con un dolor en la espalda que me impedía hasta respirar, el médico me preguntó si tendría los recursos necesarios para inscribirme en un gimnasio. “Tiene que entrenar la espalda”, me dijo y desde ese mometo mi vida ya no fue la misma. A partir de ese día viviría pensando en el desarrollo de unos músculos que solamente veo cuando me meto en los probadores de las tiendas y que siento son el tacto. Y menos mal que no se le ocurrió al galeno decir algo así como : “es más, a su edad…”, de ese pensamiento se encargó, sin embargo, mi despreciable “otro yo” que siempre está allí para recordarme que ya los veinte pasaron a mejor vida.
Desde hace dos años pertenezco a ese grupo que el mercadeo denomina « joven profesional, soltero tal vez con pareja, sin hijos, con cierto poder adquisitivo…” , y es que en esto último se incluye desde mi decisión de comprar tal yogur hasta el hecho de pagar una cuota anual para el gimnasio, a esa categoría se le podría agregar otras cosas como: “regularmente va de bares y restaurantes, viaja con cierta frecuencia y últimamente muestra atención hacia productos que prometen librar de la celulitis, arrugas e impedir la caída del cabello”.
Consciente o no de todo esto, empecé a observar la fauna y flora asistente y existente desde el cómodo sillín de una de las 20 bicicletas fijas apostadas en mi centro voluntario de torturas. Como muchos se podrán imaginar, la gente varía dependiendo de la hora del día: por la mañana van las amas de casa sin niños o con hijos grandes, jubilados, desempleados y secretarias de medio tiempo. Por la tarde, van básicamente amas de casa con hijos y gente en rehabilitación, pero a eso de las 5:30 pm es cuando el paisaje se va poniendo más interesante: es la hora de las “girlys”, los sacamúsculos con patas de pollo, las tipas “míramequeestoybuena”, los viejos verdes, las chicas de mirada desesperada, gays cuya perfección da cochina envidia y la de los fanáticos incondicionales del fitness way of life.
A veces siento unas ganas incontrolables de preguntarle a la gente por qué está allí, emulando tal vez a esas películas donde meten preso al protagonista y en la celda se le acerca un negrote o un latinote para hacerle una pregunta similar. Me he contenido, lo confieso, y por eso solamente me he limitado a obsevar y a escuchar. Quizá de todas las especies que he mencionado las girlys son las que más me llaman la atención. Entre 17 y 24 años son chicas que parecen un catálogo de moda viviente, y no me refiero solamente a las marcas sino al estilo y color de la temporada : he visto hemorragias de verde con amarillo, rosado y rojo con negro. Las girlys tiene las uñas perfectas y algunas llevan diseños increíbles en escasísimos centímetros ; casi todas son rubias y de esa coleta que recuerda a la Barbie, no se mueve ni un pelito ni siquiera en la hora más inclemente de step aerobic. Ni hablar del maquillaje ! tras una naturalidad engañosa se esconden los elementos de cualquier complejo make up sin olvidar los largos minutos empleados en lograr tal perfección. Las girlys miran sin mirar, sonríen sin sonreir, caminan como si levitaran, para ellas no existen ni la prisa ni la consideración : muchas de las largas convesaciones entre sus iguales se dan en aparatos vecinos y eso en las horas pico…
Y cuando se escucha una musiquita con el hit del momento, desenfunda una girl su diminuto teléfono e inicia una charla tan nimia como la que ha tenido con su homóloga. Las girlys normalmente tienen una buena figura y es cuando te preguntas qué cuernos hacen en un gimnasio, pero cuando le sigues la trayectoria – desde que llegan hasta que se van- te das cuenta que lo que han hecho es como una visita de médico, un reconocimiento del terreno para luego meterse en un BMW descapotable.
Viendo esto echo una vista a mi años mozos y me pregunto “es que me perdí de algo?”

lunes, febrero 21, 2005

Berlineando 6 ( y último)

Treinta y dos películas y nueve días más tarde, tendría que darme a la penosa tarea de hacer un balance de lo que fue mi segunda experiencia en la Berlinale. Para no caer en un mero inventario de supermercado, tendré que ser concisa: el festival fue de verdad decepcionante. Sin embargo, pertenezco a aquella especie que se autocalifica como "entusiasta" y agrego que de esa decepción aprendí mucho. En situaciones como esta me acuerdo siempre de la eterna pregunta de mi amiga Marta: "pero te divertiste?", claro que sí tomando en cuenta que es una de las pocas oportunidades para ver tantas pelícuas de tantos lugares del mundo, de gente joven, de profesionales, de leyendas, etc.
La última película que vi fue "Redentor", una producción brasilera dirigida por Claudio Torres (el hijo de Fernánda Montenegro). Es un film que encanta y emociona no solamente por la historia sino también por la manera en la que está contada; los personajes no son ni malos ni buenos, nada de maniqueismo, la presencia de las tonalidades grises (netamente real) en la personalidad de cada uno de lo caracteres hace que nos sintamos cercanos a la historia. Desde la primera toma de los créditos iniciales, nos damos cuenta de un uso bien cuidado de la cámara, a veces testigo y cómplice, otras solamente instrumento de narración. De verdad que es una tragicomedia muy bien lograda. Ni hablar de las actuaciones de la familia (en pleno!) Torres Montenegro.
Faltaba poco para la una de la mañana cuando salí de mi última película de la Berlinale del año 2005, y en el camino a la casa donde estaba quedándome, me di cuenta que estaba sonriendo (menos mal que nadie me vio...): "treinta y dos películas en nueve día... podría haber visto más, no?", me dije.

sábado, febrero 19, 2005

Berlineando 5

No sé si fue por el hecho de ser rusa o porque leí que estaba seleccionada para aspirar al Oscar como mejor película extranjera lo que hizo que me decidiera a ir a verla. Voluntad aseguro que me faltaba porque después de 4 películas la quinta a las 8 pm parecía la propia misión imposible. Anyway...
Ya sentada en el cine y escuchando por doquier el dulce resonar de idioma de Tolstoi y Barisnikov, me puse a leer la sinopsis de la película que me esperaba. Para qué fue aquello! Sobre papel la cosa parecía una mezcla de Matrix, Buffi, Blade y El Sr. de los anillos. Fantasy no es en realidad el género que más me gusta pero lo puedo soportar más que el de terror. Me preparé pues para lo peor.
“Night Wacht” (Nochnoj Dozor, en ruso) de Timor Bekmambetov resultó se la mezcla antes descrita pero de una calidad realmente sorprendente. Las calles de Moscú es el escenario principal, el ruso es el idioma oficial, los subtítulos en inglés (cortesía de Fox) pasan a ser un personaje más, y ni hablar de los efectos especiales que en condiciones normales me hubieran disgustado. No quiero pecar de pitonisa, ni crean que me he contagiado del ambiente de la película, pero creo que (y gracias a la participación americana en la producción...) el reinado de El Sr. de los anillos tiene sus días contados. “Night Wacht” está destinada a convertirse en el próximo film fantasy de culto. AMEN...

Berlineando 4

Estaba hablando con una periodista venezolana y una chilena, y me preguntaron por las películas que me habían gustado hasta ahora. Me quedé en blanco porque solamente recordaba las que No me habían gustado. Esto debe tener una explicación sicológica; es como cuando te preguntan cómo es tu hombre ideal y comienzas a hacer un inventario estilo “que no fume, que no se meta los dedos en la naríz en público, que no sea gordo, que no sea rubio, que no, que no, que no...”. Pues bien, eso fue exactamente lo que me pasó, se me vinieron a la memoria algunos títulos que ya he mencionado hace días, a cuya lista puedo desde ya agregar “The Wayward Clou” de Tsai Ming Liang, de la que solamente puedo decir que el significado de la sandía tiene para mí un antes y un después. Para los valientes que vean esta película ya sabran a lo que me refiero. Esta producción china-taiwanesa no tiene una historia consistente, nunca logramos saber qué quieren los personajes, sus intenciones, sus deseos, nada, nothing, rien, niente... y cada cierto tiempo hay como especies de video clips que para ser sincera fue lo que más me gustó porque me recordó a mi época de estudiante de cine y televisión. Lo más raro es que encontré a una persona que le gustó esta película, bueno... sus argumentos no hicieron que cambiara mi idea. La otra cosa curiosa es el sentimiento que ese film despertó en mí: yo no salí del cine molesta, más bien fue una sensación de estar boca abierta pero a la vez me divirtió. Esto lo había sentido cuando hace unos 7 anos fui a Disneyland Paris.
Hablando de Paris... para los que vieron la inolvidable “L´Auberge espangole” de C. Klapisch, les recomiendo “The beat that my Heart skipped” (“De batte mon coeur s´est arretté”) de J. Audiard, donde el actor Romain Duris (de L´Auberge...) se luce con un papel extraordinario, la furia del personaje traspasa los límites de la pantalla y hace que sufras lo que él al ritmo desenfrenado de un corazón que reconoce el único chance para cambiar su vida. Increíble!
Si todos reconocieramos esas pistas que nos da la vida...